Mujer tenías que ser

Según las estadísticas (así en abstracto) un 8% de la población masculina y un 25% de la femenina sufren migrañas con regularidad. Hasta la pubertad y después de la menopausia, las cifras de migrañosos y migrañosas son más o menos similares, pero entre los 20 y los 55 años la cosa cambia. La explicación, entonces, podría ser claramente hormonal y relacionada con la menstruación, como señala el estudio de la doctora Natividad Raña-Martínez.

Pero la cosa no queda ahí. Hay estudios que encuentran que esa diferencia estadística no es tan simple. La revista de neurología Brain publicaba hace cosa de un año un artículo que se aproxima a explicar qué hay de diferente entre los procesos migrañosos de un hombre y los de una mujer, a partir de las diferencias en la estructura y en la función del cerebro. Durante la crisis aumenta el grosor de la ínsula posterior, una zona que se relaciona también con algunos procesos emocionales. Al parecer, en las migrañosas se da un grosor mayor  y además no se pierde ese volumen con la edad, como sí ocurre con otras zonas del cerebro con el envejecimiento. Se observó también que, en el caso de las mujeres, muchas de las estructuras cerebrales que respondían a estímulos dolorosos formaban parte de circuitos emocionales.

El estudio señala que esta situación tiene como resultado que sean más las migrañosas que terminan por experimentar ansiedad o depresión, en comparación con los migrañosos. «Se debería prestar más atención al género. Casi todos los estudios en animales se han hecho con ratones macho, y las mujeres están poco representadas en las investigaciones clínicas», dice la neuróloga Nasim Maleki.

No olvidemos la larga tradición de consejos del tipo «cuidado con el estrés, la ansiedad y la falta de la sueño: provocan migraña». Conclusión: los estados emocionales negativos provocan migraña y la migraña provoca estados emocionales negativos. Muy bien.

Recordemos, aprovechando la cercanía del 8 de marzo, que las desigualdades laborales siguen a la orden del día en el evidente plano salarial y en la discriminación por cuestiones reproductivas. Siguen siendo muchas las mujeres que tienen que hacer encaje de bolillos en un intento de conciliación laboral. En estos casos lo del estrés, seguramente, sea una cuestión muy delicada. Si a esto le sumamos los perjuicios ocasionados por la migraña en los asuntos laborales, el día a día de muchas mujeres es impensable sin analgésicos.

Ojalá lleguemos a conocer una realidad laboral y social en la que podamos permitirnos ser flexibles y tolerantes con nuestros procesos migrañosos. Mientras tanto, cuídemonos lo mejor que podamos.

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